Despertar en Jerusalén.

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Origen

Pasaban unos minutos de las tres de la tarde cuando en la esquina de la Vía Dolorosa con Beit Habad, Salomón Levy, que se apresuraba a llegar al Muro de las Lamentaciones a preparar el Sabbat, miró de soslayo como Piero Bianchi sostenía la cruz e inclinaba la cabeza ante la segunda estación del Vía Crucis camino al Santo Sepulcro. No pudo verla, por lo que su cuerpo chocó con fuerza con el de Amina Saffie que, desde la mezquita de Al-Aqsa, subía a  duras penas entre las corrientes de cuerpos que circulaban a esa hora por el cansado Jerusalén. Le miró con desprecio y murmulló unas palabras que no pudieron ser oídas por nadie, en ese preciso momento, el muecín rompió la cadencia de su canto tratando de competir con los rezos de la marea franciscana que, como la mujer, intentaba abrirse camino entre las voces de mando de los soldados israelíes. Estos, desafiantes, apuntaban con sus armas a un cielo demasiado lejano.
El viajero recién llegado observaba el pasar de todos ellos. Temblaba. Le hubiese gustado irse ya, pero tuvo que esperar hasta que vio desaparecer al último de los peregrinos. Sin tregua, estos fueron sustituidos después por otros grupos de fieles de las distintas iglesias:  coptos oscuros,  lánguidos monjes etíopes, coloridos y repudiados protestantes reclamando también su porción de tierra. La riada musulmana tampoco parecía tener fin y un número cada vez mayor de jaradiés ultraortodoxos bajaban violentamente haciendo ondear sus bucles y casacas.

Los temblores empezaron a ser más fuertes. Secó con su brazo el sudor que le empezaba a caer por la frente y se atrevió a mezclarse con ellos. Una vez dentro, en el zoco, pudo oír más de cerca como los mercaderes musulmanes ofrecían en árabe sus mercancías repetidas en tenderetes casi idénticos: allí competían las cruces con los tasbih musulmanes y las kipas judías. Sus voces, apresuradas, se perdían entre los susurros en hebreo de las mujeres, los cantos ya lejanos en latín, las voces griegas, rusas, los rezos en inglés, en español y en lenguas que no era capaz de descifrar.

Se dirigía hacia el Barrio Armenio donde esperaba encontrar un lugar para dormir esa primera noche. Apenas había recorrido unos metros cuando alguien le clavó el codo en el costado y varias veces le pisaron y empujaron.

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Por fin pudo salir y en una calle semi escondida encontró el hostal. Llegó exhausto. Al hombre que regentaba la pensión le alarmó la palidez de su rostro y enseguida le ofreció un caldo caliente. No pudo terminarlo. Llevaba días  sin descansar y se  apresuró a  subir a la habitación  convencido  de  que  unas  horas  de  sueño  pondría fin a  su malestar.  Todavía era de día cuando se quedó dormido.

La claridad de la mañana era plomiza. Se despertó renovado, con ganas de volver a la calles. Era temprano y en la pensión no parecía haber nadie. Debió de girar en otra calle pues se dio cuenta enseguida de que estaba en el Barrio Judío, donde a esa hora la paz había sido recuperada. Luego redirigió sus pasos y enseguida llegó de nuevo al zoco.  El aire estaba cargado de partículas que procedían del desierto pero él no sabía que el escozor de sus ojos se debía al polvo en suspensión. Ese aire cargado fomentaba que los adoquines y las piedras de la ciudad se fundieran en un mismo tono sin contrastes. En un callejón creyó ver una sombra que doblaba hacía el Santo Sepulcro, por lo que descartó ir hacía allí como había sido su primera intención. No se había cruzado con nadie y esa sensación le reconfortaba. Continuó  deambulando a paso lento, perdiéndose sin importarle por callejuelas silenciosas. Hasta ese momento no había sentido mucho hambre, por lo que inconscientemente había descartado buscar algún café o puestecillo donde comer algo pero, cuando el hambre se agudizó, pensó que si volvía hacía Beit Habad encontraría algo abierto. El día anterior al acceder a esa calle desde la Puerta de Damasco el olor a  las baklavas le había mareado y al recordar de pronto ese dulzor apretó el paso y se dio la vuelta en dirección allí. Cuando llegó no había nadie. Empezó a bajar la calle alarmado. El paso se hizo más rápido y esta vez sí pudo ver claramente las Estaciones Tercera, Cuarta y Quinta de la Vía Dolorosa que el día anterior le habían cegado los monjes y fieles. Esta vez no continuó por este camino sino que siguió bajando hasta llegar a la boca de los túneles que desembocan en la Explanada del Templo. Al llegar se paró y tomo aliento. Era el primer hombre en verla vacía.

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Ya frente al Muro solo se veían sobresalir, entre las piedras, las peticiones escritas por judíos y turistas llegados de todo el mundo. Se aproximó y cogió una petición cualquiera. Dudó antes de abrirla. Estaba fechada un par de días antes con unas palabras en francés que no comprendía del todo. No quería gritar. Pensó en que habría algún tipo de toque de queda, algo que sin duda le habría explicado el dueño de la pensión y él no había comprendido la noche anterior. – ¿Pero dónde estaban los soldados?-  La misma pregunta repetida se instaló en su cabeza sin respuesta. Recordó entonces que hacía poco más de una hora le había parecido ver a alguien girar en dirección a la Basílica de la Resurrección y corrió hacía allí. Se perdió un par de veces antes de encontrarla. No pudo entrar. La puerta permanecía cerrada por primera vez en cientos de años. Empezó a golpear la puerta con sus puños y, aún consciente de no conseguir nada, empezó a gritar ayuda. Volvió hasta la pensión y subió a recoger su mochila.  Al salir vio que parte del caldo de la noche anterior seguía sobre una mesa y se lo bebió de un trago, estaba amargo. Salió con la idea de empezar otra vez, creyendo que encontraría a alguien. De nuevo por las mismas calles bajó hasta acceder a la Explanada de las Mezquitas. Se cayó un par de veces esta vez y una de ellas terminó sangrando. Miró hacia arriba, la Cúpula de la Roca no brillaba esa mañana. El polvo  que se estaba posando sobre la ciudad, imperceptible  hasta ese momento, la cubría ya por completo. Se  oyó preguntar a si mismo:-¿Por qué?- al comprobar que el agua no salía de las fuentes destinadas a las abluciones. Su sed se acentuó, debía limpiar la herida. Tenía que dejar la ciudad como fuera. Sacó de su bolsillo un mapa de Jerusalén y se dio cuenta de que la Puerta más cercana estaba tapiada. Tendría que salir por la Puerta del Estiercol. Respiró profundamente y apresurado, se dirigió  hacía allí. Antes de cruzarla, todavía se volvió un par de veces por ver si quedaba alguien.

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Si quieres seguir viendo más fotos del viaje pincha aquí:

https://www.flickr.com/photos/99763510@N03/sets/72157649558764675/


Duración del viaje: 7 días. Octubre 2008.

La Ruta: de Aqaba en Jordania  cruzamos a Eliat en Israel. Este es un paso poco transitado por lo que los tramites, pensado que la entrada a Israel suele ser complicada y larga, no nos llevó tanto tiempo como preveíamos. No obstante nos interrogaron y abrieron parte de nuestro equipaje.  De Eliat fuimos a Masada, uno de los lugares de mayor importancia para el pueblo judío, símbolo de la resistencia ante el asedio romano que terminó no con la rendición sino con el suicidio de sus habitantes y convertido en la actualidad en lugar de peregrinaje y referente del nacionalismo judío. Nuestra siguiente parada fue Jerusalén, una de las ciudades más interesantes que he visitado y  que nos cautivó desde un primer momento por su carácter y fuerza. Decidimos quedarnos un total de cinco días y dejar otro día para Belén. De Jerusalén volvimos hasta Jordania, hacia Amman cruzando esta vez por el paso fronterizo de Allenby. La salida del país también nos llevó bastante tiempo.

Para moverse: La red de autobuses es perfecta para moverse por el país por lo que todos los  moversetrayectos los hicimos en transporte público. Para ir a Belén, ya en territorio Palestino, fuimos igualmente en un bus público (autobús 24 frente a la Puerta de Damasco) y en poco más de 25 minutos estábamos allí. El trámite para cruzar y pasar el Checkpoint 300 fue bastante rápido.

Alojamiento:

En Masada: http://www.iyha.org.il/Eng/masada-hostel

En Jerusalén: http://www.austrianhospice.com/hospiz.htm

Lecturas: » Desde el Monte Santo» William Dalrymple; » El triangulo fatal» Noam Chomsky

Peliculas: «Los limoneros» Eran Riklis. http://www.filmaffinity.com/es/film751693.html

Para saber mas: http://trajinandoporelmundo.com/viajar/asia/israel/; http://www.worldtravelguide.net/jerusalem; http://www.goisrael.es/Tourism_Spa/Tourist%20Information/Discover%20Israel/Cities/Paginas/Jerusalem.aspx

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