Abandono en Edimburgo. Escocia

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Returning

Sala The Liquid Room, Edinburgh, sábado 7 de noviembre de 1998, media noche, entonces todavía no lo sabíamos, pero ese sería nuestro último concierto. El ambiente está pegajoso, cuerpos sudados y alcohol, a veces me parece ver como gotitas suspendidas en el aire, no la concentración de humedad que se produce por la condensación de aire, la gente dando botes, la adrenalina disparada. No, no es eso. Son gotas ahí suspendidas que están por todas partes entre la gente y los focos, que es lo único que veo desde el escenario, y que al final chocan entre ellas o son absorbidas por los cuerpos, un verdadero flipe. Estoy viéndolas ahora, concentrado en ellas, cuando los teloneros terminan los bises y salgo de mi ensimismamiento. En media hora máximo saldremos, pero hasta entonces veo el espectáculo demencial de verles precipitándose, como una manada sedienta, hacia la barra. Me termino el gin-tonic de un solo trago y subo. Se produce lo que es para mí el mejor momento: la sala en negro, silbidos, excitación, la luz de los focos en los bajos del escenario que ilumina y distorsiona nuestros cuerpos. Hoy, pantalón negro, jersey de cuello alto negro y chaqueta negra, el pelo ligeramente largo con el flequillo cayéndome a un lado, a contracorriente de lo que ahora llamamos tendencia.

Empezamos a tocar y, como siempre, a los diez segundos, mientras el escenario se ha ido iluminando, me doy la vuelta. Eso ha puesto de acuerdo a todos: al público, a la critica, a los de la discográfica, les encanta porque me paso inamovible las dos horas del concierto. Y eso les provoca, ven en ello un acto de rebeldía y diferentes interpretaciones que ayudo a alimentar en las entrevistas: protesta, genialidad, pose fingida, sello de identidad, tonterías diversas, cuando la realidad es que toco de espaldas para no ver las jodidas gotitas formándose y estrellándose en una secuencia sin fin, pero sobre todo para no verles a ellos, sus rostros deformados, fundiéndose los unos con los otros terminando en un solo rostro feroz.

El concierto transcurre como de costumbre, al único que veo es a Jimmy, a la batería, en su posición semiescondida que tanto envidio, de reojo intuyo a Nick, el bajista, nunca hemos tenido buena relación y reconozco que la culpa es mía, me encargo demasiadas veces de recordarle su poca importancia en el grupo, su falta de talento. Hoy a la segunda guitarra Wayne o ¿es Mark?, no sé, músicos gregarios ocasionales a los que a menudo también desprecio y, al que oigo pero no veo y a la vez le veo en mi cabeza, Jarvis, moviendo la cadera, movimientos sensuales, otra seña de identidad del grupo para nuestros incondicionales. Ahí están los incondicionales, moviéndose como Jarvis, imitando nuestros gestos o la ausencia de ellos, nuestra ropa, nuestros pensamientos, no me hace falta darme la vuelta para saberlo. Cuando ha pasado más de medio concierto y en los primeros compases de nuestro primer éxito, me doy cuenta de que el segundo guitarra ha dejado de tocar y que Jimmy, suspendida como las gotas, sujeta la baqueta, el  brazo en alto, Nick también se para pero Jarvis sigue cantando «Heroes and Killers» con rabia casi a gritos y yo sigo tocando unos segundo más. El público ha enmudecido. Entonces por fin me doy la vuelta.  Una masa de gente me da la espalda, todos quietos, Jarvis moviendo la cadera sigue chillando «no one wants to be a hero oh, oh oh …» el resto de la banda los contempla. Me quito la guitarra y de un salto bajo del escenario y me mezclo con ellos. En silencio empezamos a abandonar la sala. A la salida las gotas han comenzado a disiparse.

2014-11-12 16.28.27

 

Información sobre el festival de Edimburgo y algunas salas de conciertos :

http://www.liquidroom.com/

http://www.thebongoclub.co.uk/

https://www.facebook.com/mamaco.thepicturehouse

http://masedimburgo.com/guias-de-edimburgo/el-festival/

 

 

 

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